Queridos amiguitos,
En la lejanía de mis recuerdos se
agolpan imágenes de parajes de la sierra de Bejar y el valle del Jerte. Allá
por los 90, tres aguerridos e inexpertos ciclistas de montaña se adentraron en
esta serranía. Éramos Miguel Angel, Jorge y yo los que sin pudor ninguno
recorrimos caminos y sendas, perdiéndonos continuamente. Ha llovido mucho, pero
este año he decidido volver para comprobar si aquellos recuerdos eran ciertos.
La perspectiva de este viaje no
es la del ciclista a la que os tengo acostumbrados en mis escritos imprevistos,
si no la de esquiador de montaña. Una visión algo más alpina, pero no por ello
menos interesante.
Quizás el golpe en la cabeza que
recibí cuando mi Cube voló en el Pardo, me haya hecho perder el norte o quizás
recuperar esa sensatez perdida, pero lo que está claro es que no he perdido mi
pasión por las montañas, ese sentimiento inexplicable de una cumbre o esa
subida de adrenalina al sentirte deslizar por una pendiente desmesurada de
nieve virgen.
Y así, con estas premisas, ya me
he embarcado con un grupo de gente, que yo denomino familiarmente “los del
Candas”, aunque no todos sean de ese Club de montaña en varias actividades
montañeras, una de ellas las que intentaré relataros hoy.
La crónica descrita relata el fin
de semana en el que hemos realizado la travesía Tres Circos, marcha no
competitiva este año y que originalmente se realiza en la Sierra del Barco y la
Covacha pero que este año se ha celebrado en la Sierra de Bejar. Las pernoctas
del sábado y domingo se iban a realizar en un campamento, pero debido al estado
de encharcamiento de las explanadas se tuvo que suspender y, finalmente
terminamos en un camping en Candelario, pueblo que sin ninguna duda bien merece
una visita turística.
El viernes a las 17 comienza
nuestra aventura. Miguel R. y yo llegamos puntuales, luego Miguelón y por
último apareció Jose Ramón con su furgo donde cargamos el material con destino
a Candelario donde habíamos quedado con Marina y Chema, además de todos los
participantes, que en total seriamos unos 100. Una vez llegados al Camping
montamos la tienda donde dormiríamos Miguel y yo, sacrificados montañeros, ya
que Miguelón y JoseRa, como acomodados montañeros dormirían en la furgo, en vez
de preferir la fría humedad del suelo, jejeje! Tras los preparativos de la
acomodación, nos fuimos a cenar un bocata al pueblo, donde nos enfrascamos en
conversaciones futboleras (montañeros hablando de futbol, esto si que es raro)
que por supuesto terminaron en el tema de siempre, que por desgracia ya no es
el sexo, ni la religión, si no la política, la corrupción y el malestar de la
sociedad. Y así con estas conversaciones llegaron al bar Marina y Chema, los
jóvenes del grupo, aunque no los más inexpertos (que sin duda soy yo), ya que
tienen unas cuantas grandes montañas a sus espaldas, amén del título de
Campeona de España de esquí de montaña de Marina. La verdad es que con el bagaje de
cada uno de mis compañeros de aventura se siente seguridad en su compañía, pero
es que además son de un gran valor personal.
La mañana del sábado comenzó tras un reparador sueño dentro de mi
supersaco de plumas que me compré hace millones de años y que sin duda alguna
es una de mis mejores compras. El desayuno fue en el camping y organizado por
el Club Alpino Madrileño, grupo que dirigía el cotarro, la verdad es que el
camping de Candelario es un camping a olvidar en la memoria, o bien a recordar
para no volver nunca más. El desayuno, la cena y el trato fueron lastimosos,
sin embargo la organización (el club Alpino) intentaron paliar con lo que
podían. Tras el desayuno nos dirigimos a
la plataforma de El Travieso, lugar de salida del primer día de travesía. En
verdad llegamos los últimos, menos mal que esta vez no había controles ni
carreras, porque si no la tensión hubiera sido máxima…
A 1850m el frío se hace notar, y
yo con mallas ya estaba arrepintiéndome de haberme dejado el peto de Gore en la
tienda. Se esperaba calor por eso lo hice. En fin, no había remedio asi
que a colocar las pieles de foca,
calzarse las botas y a colocar los esquíes en la mochila por que teníamos una
pateada de 20 minutos con esquís en la mochila.
Cuando encontramos la nieve,
resultó ser dura, con lo que nos obligó a poner las cuchillas bajo nuestros esquíes
para poder progresar hacia la cumbre del Calvitero, primera de las cumbres que pensábamos
visitar.
La subida la realicé en solitario, con mis pensamientos y viendo el
reflejo del sol sobre la nieve dura, despacio sin prisas.
Miguel, JoseRa,
Marina y Chema por detrás y Miguelón por delante. A mitad de subida conocí a
Nuria, otra campeona del esquí de montaña y de gran tradición familiar montañera.
Con ella compartí conversación hasta la cumbre, hablamos de bicis y de carreras,
pero al final del día terminamos debatiendo sobre política y familia. Pero sin
duda alguna, lo más destacable es lo bien que esquía esta mujer, verla era un
auténtico placer.
Ya en la cumbre nos reunimos
todos, hicimos fotos y empezó la bajada a las lagunas del Trampal, una bajada
de esas con encanto, nieve primavera que parecía que ibas flotando y pendientes
elevadas que luego suavizaban hasta llegar a la laguna. Al inicio se esquiaba
junto a un pequeño alud y decidimos esperar a Marina y Chema que andaban
retrasados, pero tanto tardaron que pensamos que dada su condición de pareja
querrían disfrutar de algo de soledad en estos entornos paisajísticos. Sin
embargo cuando llegamos a la laguna empezamos a preocuparnos de su tardanza. Finalmente
llegaron, Marina había sufrido un pequeño esguince en el dedo pulgar tras una fortuita caída, sin
embargo esta “pura raza” continuó sin pestañear, aunque eso sí, ahí estaba
Chema para ayudarla a quitar y poner focas.
Tras la bajada a las lagunas
tocaba subir a la cuerda del Canchal de la Ceja. La ascensión la hicimos por un
pequeño corredor que nos obligó a quitarnos los esquíes y ponernos los
crampones. Tuvimos la fortuna de no
tener que utilizar el piolet porque la nieve aunque dura se dejaba penetrar
bastante bien por los crampones, con lo que la seguridad estaba garantizada.
Alcanzada la cuerda nos calzamos los esquíes y ascendimos hasta la cumbre con
unas impresionantes cornisas como compañeras, yo iba con Miguelón charlando,
supongo que de sexo, jejeje!!, Miguel por delante, Marina y Chema a su rollo y JoseRa cerrando el grupo.
Por el camino Miguelón y yo pensamos en esquiar por las piedras, jeje!!
Llegados
a la parte alta esperamos a JoseRa para bajar y allí nos encontramos con otra
participante que me dejó impactado, nos contaba que estaba en tratamiento de
Quimioterapia pero que no quería faltar a esta travesía, y es que actos como
este te hacen reflexionar en muchos sentidos de la vida. En la bajada nos
acompañó Buti, el padre de Marina, que también estaba participando en el
evento, y como la nieve era maravillosa y el tiempo acompañaba pues nos pusimos
a bajar por la ladera este (dirección la laguna del Duque) hasta llegados un
punto en el que nos dimos cuenta que o elegíamos muerte o volvíamos a poner las
pieles para subir de nuevo lo bajado. Decidimos lo segundo, jeje! Así que
remontamos hacia el collado entre la Ceja y el Torreón. Alcanzados este punto
yo tuve que parar a ponerme un compeed en mi pie izquierdo porque empezaba a
notar el dolor de la ampolla y no quería fastidiarme el día siguiente. Ascendimos el Torreón por la cuerda, dirección
sur, mientras Miguelón y Nuria bajaron hacia Hoya Moros para remontar el
torreón desde el norte. En nuestra ascensión nos encontramos un paso, que
llamaban “el paso de la cadena” un paso muy estrecho y empinado que tenía una
cadena de reunión al inicio, evidentemente estábamos por encima de una vía de
escalada que teníamos que bajar. Buti con un paso de decisión nos abrió el
camino a todos, que bajamos tirando de esquís con un punto de locura y
valentía. Miguel bastante más prudente y con su sabiduría montañera decidió
bajar con piolet en mano y esquíes en la mochila.
Ya en la cumbre comimos algo
y bajada por palas amplias hasta llegar a los Hermanitos donde nos tocó
remontar de nuevo hasta la cumbre de los mismos. Tras un breve cambio de pieles empezamos la
bajada hacia el río Cuerpo de Hombre por la Hoya Moros (famosa por la escalada
de bloques). Al final y a falta de 50 metros Chema pierde el control de un
esquí y cae golpeándose en el labio con uno de ellos. Afortunadamente las
consecuencias son bastante leves, aunque a mi no deja de sorprenderme que lleve
el casco dentro de la mochila.
Se acabó lo bueno, ahora toca
portear los esquíes hasta la pista donde la organización nos espera. 25 minutos
de caminata entre piornos y piedras con las botas de travesía son en parte el
castigo a haber disfrutado tanto. Sin embargo no hay mal que por bien no venga
y yo me paso los 25 minutos disfrutando de una agradable conversación con
Nuria, hasta que llegamos a la pista donde la organización nos deja nuestras
zapatillas y nos recoge los esquíes y las botas para que de esta forma,
cargaditos con nuestras mochilas y con nuestras zapatillas, recorramos 6 km
donde nos tienen un avituallamiento de Jamón Serrano y cervezas que a estas
horas saben deliciosamente bien.
Desde
allí me acercaron a por la furgo de JoseRa, la recogí y de camino, Irene, mi
hija, me contó desde el teléfono que había cogido un ciempiés, una lombriz,
había escalado un árbol y perseguido a una serpiente, y es que yo sin mi niña
no soy nadie, jeje!!
Volvimos todos al camping, y tras
un rato de relajación, ducha y a la cena. Miguelón y yo nos fuimos a tomar un café al
pueblo para relajar la nefasta cena que acabábamos de engullir.
Amaneció el domingo, mucho menos
frío, la tienda no tenía ni condensación. Esta vez nos dirigimos a la estación
de esquí de la Covatilla. JoseRa estaba enfadado por ello porque no le gustan
las estaciones de esquí, con lo que entablamos una auténtica discusión sobre el
tema, además de hacernos unas risas con los ruidos de su furgoneta, que sin
duda alguna necesita un repaso urgente. No obstante como no había más remedio
ascendimos con el paisaje de la estación hasta llegar a la cumbre de El canchal
Negro donde iniciamos el descenso hacia la laguna del Chorrito.
La bajada fue con
buena nieve, sin embargo un cable de acero enganchó los esquís de uno de los
participantes, que con gran pericia y algo de fortuna evitó un accidente
gravísimo y que quedó en un susto. Volvimos a remontar al canchal negro y
bajada hacia Sierra Solana pasando junto a las cornisas, buena nieve aunque ya
bastante húmeda.
Remontamos otra vez dirección al Canchal Negro pero Miguelón y
yo vimos una pala que no queríamos dejar escapar con lo que nos dirigimos hacia
ella. La bajada prometía, pero luego no fue para tanto, de hecho pensamos que
fue demasiado corta, con lo que decidimos hacer un rato el cabra con los esquís
y seguir la bajada. Al pasar sobre la nieve junto a una roca, resultó que no era
nieve compacta si no un falso puente de nieve con lo que caí a plomo sobre el
río teniendo dos consecuencias, la primera que me mojé y la segunda que
Miguelón casi muere del ataque de risa. El muy… no podía ni ayudarme. Al final bajada sin
consecuencias y remontada hacia la cumbre para volver a bajar hacia la estación
de esquí de la Covatilla por una hoya y después una de las pistas de la
estación.
Cuando llegamos, JoseRa y Miguel estaban de reorganización de
furgoneta, Chema y Marina habían marchado. Como siempre he de decirlo bien
alto, es todo un placer compartir con estos profesionales una buena actividad,
espero poder seguir haciéndolo.
Sé que no es una gran crónica, pero sirva de referencia para las fotos.
Gracias a todos por leer hasta aquí.
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