SIERRA NORTE


A veces escribir cuesta trabajo. Otras por el contrario tienes tan claro lo que vas a plasmar que las palabras fluyen de manera inteligente. Hoy no es el caso.

No hace mucho tiempo me dijo un buen amigo que un buen día te levantas y empiezas a obtener los frutos de tu cosecha. En realidad, no has cambiado nada, sigues con tus rutinas diarias, pero este año te toca obtener frutos, así son las cosas!!. Y a mi este final de año deportivo me ha producido gran satisfacción. No sé si rodar a casi 25 km/h en Ayllón y hacer un sexto puesto me ha dado alas o simplemente, que mi estado de forma es bueno y ese sexto puesto me ha ayudado a creer en mí un poquito más.

Subiendo el domingo pasado por el puerto del Medio Celemín, me crucé con un paseante que me dijo: “vamos campeón, eres el 22”, en ese momento algo en mí volvió a despertar, sólo pensaba en visualizar al 21 y darle alcance. Cuando llegué al 21 di alcance al 20, luego a un grupo de 3 quedando el 16, y ahí me mantuve hasta que algo vestido con un maillot azul me dio tal pasada que casi me saltan las pegatinas de mi Trek. Volvía a tener el 17 y quemazón en las piernas. Pasar por el cuarto avituallamiento, que también era el tercero, fue emocionante. Los muchos participantes que allí se encontraban reponiendo energías para los 25 Km más duros de toda la carrera, aplaudían y gritaban, “venga, vamos, vamos, queda poco!!”. Miré hacia atrás pero no había nadie, llevaba muchos kilómetros rodando solo, me vitoreaban a mí. Me pareció increíble, evidentemente apreté los dientes y me tragué mi dolor de piernas, realmente me sentí emocionado. Ya sé que es una tontería, pero en esos momentos de cansancio y agotamiento te reconforta el calor humano. Llegar hasta ahí me había costado bastante trabajo. La salida fue, como casi siempre, un desastre. Cuando me quise dar cuenta me habían pasado 150 ciclistas y llegaba el primer estrechamiento a paso de dos con alguna trialerilla. Tuve que recuperar poco a poco, cada bajada de piñón y empuje de piernas suponían tres ciclistas menos, bajar por el lado difícil de la trialera suponían cinco o seis, así fui recuperando posiciones, las salidas a pistas forestales suponían plato grande y a sufrir. Llegado el momento, me di cuenta de que rodaba solo, de vez en cuando adelantaba a alguien pero se podía decir que iba solo. Esta sensación me desagrada bastante ya que vas muy pendiente de no perderte con lo que el pedaleo no es tan redondo como cuando llevas compañía y te dejas llevar, pero era lo que había. Alcancé a Ricardo, compañero de Mammoth, seguramente había salido en muy buena posición y la había conservado, pensé que podríamos rodar juntos, pero en el segundo avituallamiento, me hizo la doce-trece y mientras hacía mis necesidades fisiológicas salió sin decir ni adiós. Después de mis necesidades y de unos tres higos más o menos, salí a su caza y captura; le temblaron los caracoles de los radios cuando le pasé en mitad de una subida. Es uno de esos momentos, que piensas que quizás todo ese esfuerzo lo pagues y luego te puede volver a adelantar, y entonces quedas como un auténtico idiota. Pero como decían en una pelí “a veces hay que decir: pero que coño!! y pasar de todo”, esa sonrisa interna que te sale, bien merece un sobreesfuerzo, jajaja!!. Esta vez salieron bien las cuentas, y  le cayeron cuatro minutos y medio de diferencia en línea de meta. Yo seguía con mi ritmo impuesto por la celebración del cumpleaños de mi madre. A las tres tenía que estar en Madrid, duchado y sentado en la mesa del restaurante, y a una madre no se la puede fallar. Llegó el kilómetro 50 y pasé por el avituallamiento sin pararme en él, pensé en mis compañeros, Miguel Angel, Galán, Peña , Rubén y fui cuando me di cuenta de que no se me estaba dando mal el día porque Pablo no me había alcanzado aún.
Pronto empezaría la gran subida del día, y allí estaba el paseante, con su bastón en la mano y diciéndome mi posición. El 22…uhmm!!, iba pedaleando y pensaba: “tengo que ver al 21”, “donde coño está??”  Mi cabeza pasaba de un pensamiento a otro demasiado rápido, era buen síntoma, tenía buen ritmo, era incapaz de centrar mi pensamiento. Finalmente los adelantamientos y la aparición por el avituallamiento de nuevo. Como reconforta escuchar a la gente con sus gritos de ánimo, es algo emocionante, comprendes porque vuelves una y otra vez, porque sufres, porque te sientes bien. Yo he tenido la suerte y, espero seguir teniéndola, de llegar a alguna cumbre montañosa en solitario, escuchar el sonido de tus crampones bajo tus pies, el sonido de tu sufrida respiración, o el deslizar de tus esquis sobre la nieve, parar, sentarte, contemplar la vista y escuchar el silencio, maravilloso ejercicio de reflexión. Curiosamente los gritos y el silencio llevan a la misma exaltación de los sentidos, consiguiendo por breves instantes eso cosquilleo que no entiendes muy bien que es.
Pensando en mi esfuerzo, en mi hija, en mi mujer, en mi grandiosa madre, y en cuando coño se iba a acabar ya tanto caminito rompepiernas, llegué a la carretera que me conducía a la línea de meta. Una recta, aplausos de los turistas y lugareños que tomaban las cañas en los bares del Berrueco, y en la curva, el arco de meta. Alzada de brazos en reconocimiento de mi propio triunfo y al final un meritorio puesto 32 (en una de las rutas, para mí, más exigentes de Madrid). El muy cabrón del paseante se había equivocado en 15 ciclistas, ahí es ná!! jajaja!! .  

Lejos quedé de Alfredo Padilla y Jesús Lopez Tapias, compañeros del club que me sacaron media horita consiguiendo su quinta y sexta posición, esos son máquinas y no personas, jajaja!!. Mi enhorabuena al resto de mis compañeros, Miguel Angel, Peña, Galan, Pablo y Rubén por sus tiempos, su esfuerzo y su dedicación. Que sepan ustedes que me encanta pedalear a su lado y mantener esas conversaciones tan nuestras que nos hacen esos buenos momentos, mejores si caben. 

Finalmente llegué a Madrid, me duché, me vestí para la ocasión y me senté en el restaurante a la hora prefijada con la satisfacción de las cosas bien hechas.

Espero que finalmente mi redacción no haya sido tan mala, ahora sólo me queda la crónica de la Euskadi Extrem, jajaja!!



Saludos pa´tos

Tony