LOS HOBBITS DE ORDESA

Que la lechuga engorda es sin duda una de las realidades montañeras que se ha podido comprobar en este viaje que hemos realizado Alfonso, David, Nacho, Javi y yo. A su vez y dado que hemos adelgazado, se ha comprobado otra de las realidades montañeras, la “comida refugiera” es mala, sobre todo si se tiene en cuenta lo que se paga.

Por otro lado en este viaje hemos podido observar en su plenitud a la nueva especie montañera, de la cual yo en ocasiones participo. Calzan zapatillas Salomon y corren de un lado a otro, siempre con prisa. Cuando terminan la actividad miran sus relojes Polar y gritan al compañero, situado un metro más allá, el tiempo que le ha sacado para que todos nos demos por enterados.

Ha sido un viaje interesante en todas sus facetas, divertido, entretenido y encantador, aunque no debemos despreciar al refranero español con su “el que algo quiere, algo le cuesta”, que no es más que el primer principio de la termodinámica españolizado, y a nosotros nos costó sudor y esfuerzo. Cada tarde esperábamos ansiosos un examen en el refugio de lo realizado en el día, ya que tal y como dijo el ministro Wert “la falta de evaluación, relaja el esfuerzo”, y nosotros no queríamos relajar el esfuerzo. Sin embargo tal evaluación nunca llegó y al día siguiente salíamos con las “pilas del esfuerzo” cargadas, significará esto que; ¿estará equivocado Wert? y que lo importante no es la evaluación si no la motivación.

Nuestra miniaventura comienza un viernes en Madrid, desde donde conducimos hasta Torla. Entre tanto Javi y yo, ocupantes del vehículo, nos entretenemos en contarnos algunas cosas de nuestras vidas que no conocíamos y que siempre resultan enriquecedoras. Por el camino las integrantes femeninas de la excursión nos informan de su retirada por lo que de momento estamos nosotros dos y los que vendrán el sábado a la tarde. Llegada a Torla, puesta de tienda de campaña en camping (esta vez fuimos con todo lujo, nada de dormir en soportales o tirados en cualquier pradera esperando la tormenta de las cinco de la tarde) y baño en la piscina helada del mismo, eso sí cuando sales tienes la piel tan tersa que parece que has rejuvenecido al menos un par de siglos, lástima que el efecto no se prolongue en el tiempo. Mientras esperamos a que se escape el sol por el horizonte me dedico a explicarle algunos nudos a Javi a la vez que hago los cordinos para utilizarlos en las clavijas del día siguiente. Hornillo, espagueti, planteamiento de ruta y a dormir.

Amanece el sábado con algo de frescor, y con la misma puntualidad británica que acompañó durante 80 días a Mr. Phileas Fogg en su viaje, a nosotros nos recogió el autobús que nos subió a Ordesa a las 7:30. Batido de soja, galletas de chocolate y mochila a la espalda caminito de Cotatuero. Javi estaba impresionado, era su primer viaje a Pirineos y esta subida a pesar de ser dura es muy agradecida paisajísticamente, aunque nada comparable con lo que le esperaba. Llegamos a las clavijas de Cotatuero, todo un clásico hace 20 años, cuando empecé en este mundillo. Ahora resultan bastante cómodas por la existencia de un cable de seguridad que las hace prácticamente inofensivas, aunque no por ello menos impresionantes. 









Salir de las clavijas de Cotatuero es imaginar un circo glaciar donde los mamuts se divertían jugando como en la película de Ice Age. Ver aquel espectáculo siempre es aconsejable pero observar la expresión del rostro de tu compañero fue auténtico, y acabábamos de empezar. 






Ganamos altura para llegar hasta la Faja de las Flores y si nunca habéis estado allí, no os dejéis engañar; visitadlo. A cambio obtendrás una de esas imágenes que no se borrarán de tu mente y a la cual podrás recurrir cuando los claxon de la ciudad empiecen a orquestar tu día. 


Cada paso que dábamos era un descubrimiento para Javi, que sin duda alguna ha vuelto con la montaña en las venas.


 Recorrimos el estrecho sendero sin dificultad alguna (aunque mejor no tropezar con nada) hasta su final, no sin antes hacer una parada técnica alimenticia. 



En el camino íbamos Javi, yo y la Calma, fue un paseo, un paseo en las alturas, tranquilidad, sin prisas, todo el día por delante y nada mejor que hacer un día de verano. Una vez en los llanos de Salarons, decidimos acercarnos a la cumbre del mítico Tozal de Mayo. Quizás, algún día, Javi pueda volver a la cumbre escalando su mítica pared, a mi ya me queda demasiado lejos y soy demasiado cobarde para mirar hacia abajo colgado de mi arnés. 





Regresamos al camino para salvar el último subidón de adrenalina, las clavijas de Salarons, esta vez sin cable fijo donde asegurarnos. Yo ya conocía las clavijas y las pasé con cierta soltura, aunque mi compañero lo hizo igual de bien. 




Terminado el subidón adrenalínico, sólo quedaba la bajada por el bosque mientras charlábamos de la vida y sus quehaceres. Autobús y al camping a comernos un cuscús impresionante bien hecho en nuestro camping gaz, aunque pensándolo bien quizás fuera el hambre que teníamos. En Torla nos encontramos con Alfonso, David y Nacho, juntos decidimos subir al día siguiente por la Senda de los Cazadores hasta Goriz y allí ya veríamos.

De nuevo amanece  con fresquito y el autobús vuelve a ser igual de puntual. La subida por la Senda de los Cazadores se hace dura pero como decía un gran amigo, “no hay cuesta que con paciencia no se suba” y yo impongo mi ritmo cansino pero seguro, aún quedan días y muchos tresmiles. La Faja Pelay ofrece grandes vistas mientras David y yo charlamos sobre las pijerías del esquí alpino, los surferos con pijamas bajo las vestimentas raperas y lo innecesario de poseer objetos a los que nunca sacarás el rendimiento apropiado, haciendo en este punto otra referencia a otro gran colega que dice “todo aquello que esté en tu armario más de un año y no se utilice, puedes venderlo o regarlarlo porque nunca lo utilizarás”, si Teresa hiciera caso, jejeje!! 


Por el camino pudimos observar los famosos Edelweis.


Y así entre unos y otros, llegamos a las clavijas de Soaso que dan paso a Goriz y que dejan a sus pies a la afamada Cola de Caballo, donde Teresa, mi mujer, años atrás dijo su solemne frase de “pues para ver esta mierda de cascadita no merece la pena caminar tanto” (cierto es que apenas caía agua). 




Alfonso volvió a vencer a estas clavijas y una horita después el “Hotel” Goriz nos acogía entre sus brazos, eso sí pagando un “módico” precio. Cena a las 19:30, Nacho intentando fichar a Javi para su grupo de música; La Ley de Mantua (excepcional grupo de rock, que no se debe pasar por alto), y decisión para el próximo día: Monte Perdido. El primer tres mil para Javi, Nacho y David, que mostraban cierta inquietud por el hecho. En previsión de noche movidita, Alfonso y yo, perros algo más viejos (jejejee!) llevábamos tapones para enfrentarnos a esos roncadores nocturnos que no dejan dormir a nadie hasta que, vencido por el cansancio, caes en un sueño profundo que a las 6 de la mañana, es decir una hora después de tu sueño profundo, tu colega interrumpe para avisarte de que comienza la actividad del día. Otros, aún más previsores, decidimos tomar medio myolastan que durante cuatro horitas ni te enteras de lo que está pasando por tus alrededores.







Pues dicho y hecho, 6 de la mañana, desayuno y a las 7 saliendo a por el Perdido (3355m). Antes del Ibón helado ya tuvimos que calzarnos los crampones, el tiempo era cálido pero la nieve se mantenía dura a 2 centímetros de la superficie.









Llegados al Ibón, a un lado las vistas del Cilindro de Marboré me llevaron a su cumbre, conseguida tres años antes junto a Alfonso, que gran día!! que gran compañero!!, y al otro lado las vistas del Monte Perdido me trasladaron 18 años antes con otros compañeros, con mis amigos. Pero no me iba a poner a explicar la situación, asi que tocaba hacer otra vez la cumbre, para que dentro de 20 años, cuando la suba con Irene (mi hija) pueda volver a recordar la de este viaje con estos compañeros. Al lío, crampones y de momento bastones, luego en la escupidera ya veremos. La nieve estaba en el punto ideal y durante la ascensión, a pesar de las caras de preocupación de algunos por la bajada que nos esperaba, se hizo rápida y sin problema alguno. 








El día en la cumbre fue bueno y ya puestos me pregunté, porque no aprovechar y hacemos Soum de Ramon? Entre despistes y despistados nadie contestaba, así que pregunté a la Benemérita que andaba por la cumbre (es que están por todos lados, jejeje) y me contestaron que ellos no lo habían subido nunca pero que creían que se subía por un corredor de la cara noroeste, evidentemente estaban equivocados, jejeje. No obstante decidimos alcanzar la Torre de Goritz y desde allí atacar Punta las Olas. La bajada a la Torre desde la cumbre del Perdido se veía clara, pero como siempre hay que estar allí para verlo seguro, y efectivamente la seguridad brillaba, nunca mejor dicho, por su ausencia. La pala con cierta inclinación estaba rota en el inicio y con gran peligro de caída, evidentemente no era la bajada. Así que decidimos rodear al Soum de Ramon alcanzando el collado que separa al Perdido de este pico y rodearle por su cara sur, desde donde se puede alcanzar su cima con cierta facilidad. Sin embargo la montaña nunca está exenta de riesgos y atravesar un glaciar siempre tiene su encanto. Nacho perdió pie justo cuando terminábamos y resbaló unos metros hacia el glaciar, afortunadamente la propia nieve le frenó y no tuvimos consecuencia alguna, aunque eso sí, se extremó la precaución.






Pudimos observar en este recorrido un pico que nos llamo tremendamente la atención,  el pico Baudrimont (3049m). Según nos acercábamos a su base, a Javi y a mí se nos veía una potente luz que salía de la cabeza a modo de neón que ponía claramente: “vamos a la cumbre”, y como no se pueden rechazar estas cosas propusimos un respiro al grupo mientras Javi y yo nos machacábamos un poquito más. Así empezamos la ascensión del Baudrimont Noroeste, los crampones y el piolet resonaban por una pala bastante inclinada y con nieve en buen estado. Alcanzamos la salida a la arista y  descubrimos que estaba totalmente descompuesta, avanzamos por la arista, nos hicimos la foto y vuelta a donde nos esperaban los compañeros. 







Sin mucha dilación, por no decir nada, empezamos a ascender por la loma del Punta las Olas (3002m). Es una loma sin dificultad y que no tenía nieve, por lo que la ascensión se realizó rápida y eficazmente. 





De nuevo se volvió a la eterna conversación de cámara de fotos grande o cámara de fotos pequeña, lo que conllevó a realizar un pequeño concurso fotográfico, que sin duda ganará Alfonso, aunque para ello ha cargado con unos kilos de más, y un espacio en la mochila precioso.







Alcanzamos la cumbre de Punta las Olas, comimos lo poco que teníamos y a bajar. 


La idea era alcanzar el camino que sube de Goritz a Pineta y que pasa por el collado de Añisclo, justo el collado que queríamos alcanzar. Para eso se debe bajar por la cuerda del Punta las Olas siguiendo un camino marcado, sin embargo vimos un camino muy claro que se dirigía hacia el camino y que nos ahorraría un tiempo precioso. La bajada era por una pedrera fina, una bajada clara y con gran desnivel que finalmente desembocó en una pared de unos 15m de caída vertical donde estaba instalada una cuerda fija en buen estado. 15m son muchos metros para caerse y muchos metros para bajar a pulso, la idea fue rapelar a hombro, pero ninguno de mis compis lo había hecho antes con lo que la cosa se complicaba. Se nos ocurrió rapelar a hombro y pasar la cuerda por las mochilas a modo de freno para que diera más seguridad, sin embargo esta idea no fue la más votada con lo que decidimos intentar buscar otra salida a esta pared. Caminamos en dirección norte para buscar el final de la cresta del Punta las Olas, donde sabíamos que tendríamos salida seguro, aunque para ello nos costara caminar una hora o más. Pero ese día, la suerte estaba de nuestro lado y encontramos un paso nevado con cierta inclinación que podríamos bajar y nos dejaba justo en el camino de vuelta a Goritz. Dicho y echo, de nuevo piolet y crampones. Javi y yo bajamos bastante rápidos, luego le tocó a Nacho que, aunque nervioso, bajo con maestría. Subí con el piolet de Nacho y se lo presté a Alfonso para que bajara con los dos piolets ya que da bastante más seguridad (como le va picando el gusanillo de la nieve a Alfonso, este año haremos invernales juntos, sin duda, jejeje!!). El último turno fue para David, que bajo sin problemas hasta donde estábamos todos y reiniciamos la marcha por un camino sin dificultad ninguna pero con un paisaje digno de admiración. 





A mitad del camino nos encontramos con una pala que atravesamos sin dificultad pero que tenía cierta inclinación que nos llevo a la prudencia. 


Ya llegando a Goritz paramos en un riachuelo a meter nuestros doloridos pies donde nos llevó a pensar lo cansado que era ser un hobbit, todo el día caminando y caminando. Ya de vuelta a la seguridad del refugio, estiramientos para nuestros músculos, felicitaciones por los tres tresmiles conseguidos, y la dureza del recorrido, 12 horas de caminata, muchos cambios de crampones, grandes desniveles, fuertes emociones, y sin duda alguna nuevas amistades. Bienvenidos a las montañas.

De nuevo las 6 de la mañana y a levantarse, desayuno, y recolocación de mochilas. Hoy toca bajarse de Goritz hacia Torla y bajamos con todo lo que subimos, con lo que la mochila pesa un poco más. La decisión ha sido subir hasta la Brecha de Rolando y una vez allí atacar al pico Taillon (3144m) para bajar a Salarons. Comenzamos la salida del refugio con una subida poco pronunciada pero larga y tediosa, mirando al norte vemos El Casco y nos preguntamos si deberíamos subirlo, total está cerca y aún tenemos fuerzas. 







Sin embargo a medida que nos acercamos vamos observando que la nieve está excesivamente blanda y que no es segura la ascensión, o al menos eso es lo que decidimos. Asi que, no alteramos nuestros planes y seguimos hacia la Brecha por el collado de el Descargador, llegando a la cueva de Casteret y al fondo la impresionante Brecha de Rolando. 




En Casteret reponemos fuerzas y nos calzamos nuestros crampones porque la cosa empieza fina. El sol pega fuerte y los esfuerzos de los días anteriores empiezan a hacer mella en el grupo. De nuevo toca pasar por otra dificultad; el paso de los sarrios. 




Un paso que en verano tiene una cadena para agarrarse y se pasa fácilmente pero que en esta ocasión tiene la cadena tapada a trozos por la nieve y la caída por nieve se ve con cierta acritud por las piedras que nos esperarían al final. Sin embargo, y como era de esperar, allí se quedaron con las ganas, pasamos sin contratiempos hasta llegar a la Brecha de Rolando, donde bebimos un poco de agua contemplando el paisaje del lado francés, escuchando a Javi como planeaba la escalada del Bazillac (pared izquierda de la Brecha desde el lado español), y eso que sólo se ha puesto el arnés 2 veces, jejeje!!. 


Seguimos camino pasando por El Dedo y continuando hacia la pala de subida de El Taillón. Antes de alcanzar esta pala pasamos por una arista algo comprometida pero sin duda de gran belleza. 





Alcanzamos la pala y comenzamos a pensar que el paisaje no iba a ser el esperado, unas nubes empezaban a alzarse amenazadoras de lluvia y como mínimo nos impedirían las vistas. Llegamos a la cumbre, abrazos y felicitaciones de nuevo. Esto es como una de esas buenas costumbres que no deben perderse, el esfuerzo merece la recompensa de la felicitaciones, las sonrisas compartidas y los momentos de reflexión personal.






En cuanto al paisaje, como era de esperar, las nubes pirenaicas nos impidieron, al menos parcialmente, las vistas que soñamos el día anterior.





Tocaba bajar y sabíamos que no sería fácil, Javi y yo teníamos en mente subir a los Gabietos, pero la bajada hasta alcanzar el collado entre Gabietos y Taillón no estaba nada fácil, de hecho el camino normal no asciende a los Gabietos por ahí. Si queríamos ascender a los Gabietos con cierta seguridad necesitábamos una cuerda (no teníamos) o bajar hasta el collado Blanco y volver a subir. De momento como la bajada al Collado Blanco era el camino de bajada a Salarons, decidimos seguir hasta dicho collado. La bajada se hace siguiendo la cuerda de El Taillón y llegado el momento girar hacia el sur  por una pedrera deshecha, donde literalmente volaban las piedras hacia el compañero que estaba por debajo, hasta alcanzar el collado Blanco. Una vez alcanzado el collado nos dimos cuenta que volver a subir llevaría tiempo y un esfuerzo que ya no estábamos dispuestos a realizar, con lo que abandonar la ascensión a los Gabietos fue la opción.





En el collado tuvimos que volver a ponernos los crampones, y allí sentados en las piedras del collado estábamos todos, Alfonso que se le veía disfrutar con el medio, como siempre sereno y seguro,  Nacho, absorto en el paisaje, supongo que pensando en como reflejar sus experiencias montañeras en la música, la pasión de su vida, David algo cansado y con ganas de llegar se dejaba llevar por la situación, Javi pensando en su siguiente montaña y yo que simplemente intentaba diseñar la mejor bajada para el momento, pero feliz, siempre feliz de estar en la montaña, con el silencio, con el viento, con la nieve, y con buenos compañeros. Comenzamos la bajada por palas de cierta inclinación pero que vencimos haciendo grandes zetas que nos llevaron a las paredes del Pico Blanco rápidamente. Seguimos bajando por inmensas palas y yo sólo podía pensar en como se disfrutaría estas palas con mis esquís de travesía, nieve primavera y gran inclinación, perfecta combinación. Y con estos pensamientos llegamos a los llanos de Salarons.





Tras serias dudas de por donde era mejor atravesar decidimos hacerlo por la calle del medio y así llegamos al gran hito de los llanos de Salarons, donde las fotos fueron inevitables y donde Javi puso su piedra de colaboración con el hito.


Desde ahí nos dirigimos hacia las clavijas de Salarons viejas conocidas por todos menos por Nacho y David, no sin antes venir a saludarnos un sarrio curioso de la zona.



Llegados a la bifurcación entre las Clavijas de Salarons o la Fajeta de Salarons, ambas bajadas hacia el parking de Ordesa, nos decidimos por la Fajeta, más cómoda que las clavijas y algo más segura. Sin embargo, la lluvia se hizo presente al comienzo de la fajeta. Javi y Nacho, bajaron deprisa. Alfonso y David bajaban más tranquilos, yo me quedé enlazando. La amenazante lluvia se paró y nos dejó respirar tranquilos, porque la bajada de esa fajeta mojada no es buena idea, un resbalón y 300 metros verticales te dan la bienvenida.








Terminamos la fajeta y comenzamos la bajada hacia Ordesa, David y yo tuvimos una pequeña discusión que arreglamos como buenos amigos con una cerveza en el parking de Ordesa, pero que enturbió en cierta forma estas maravillosas ascensiones al valle de Ordesa y que nunca tenía que haber ocurrido. Por ello, mis disculpas.
Al final, todos felices, contentos y maravillados por estos días terminamos en Torla tomando cañas y cenando juntos en el bar del camping donde se puede cenar a un precio razonable por una comida razonable.
Gracias a todos por leer este auténtico ladrillo y un brindis por todos vosotros.