SILVRETTA O LA RUTA DE "YA MEJORA, PUEDO VER UNA PIEDRA MÁS ALLÁ"


Ha llovido ya desde aquel año en que mi vida quedó parada, aquel momento del antes y el después, aquella ausencia infinita que me empeñé en rellenar, sin darme cuenta de que hay cuestiones que deben aceptarse sin más. Las experiencias vividas por el camino recorrido, me han conducido a ser quien soy y aquello forma parte de mi aprendizaje que hoy veo tan nítido. Aquella situación me condujo a Nepal, a cumplir un sueño, a sentirme uno, a dar realidad al Tao, a ser. Mi camino siguió su curso como no podía ser de otra forma, y nuevos retos se abrieron ante mis ojos, nuevos destinos cargados de emociones y sentimientos que permanecerán en el recuerdo hasta el fin de mis días. Pero el destino no es más que el salvoconducto para encontrarse con el calor de otros seres, el lugar de encuentro de una amalgama de sentimientos que te alzan al siguiente nivel. Y es que nada, más allá de la supervivencia, tendría sentido si no se puede compartir.

En esta ocasión y como fruto del empeño, he podido compartir una de las grandes rutas de esquí de montaña con amigos, de esos que se preocupan por ti, que te abrazan y que lloran. Y es que de eso va la vida; de emocionarse.

Y así fue como el destino, la serendipia o la casualidad, o todo a la vez, me permitió juntarme con un grupo de amigos para partir al grupo Silvretta perteneciente a los Alpes Austriacos. Sirva esta aventura como homenaje póstumo a mis fijaciones Silvretta 501, siempre fieles a pesar del prolongado uso.

El conjunto estaba formado por Juan Angel, Raúl, Javi y yo. Existió un quinto componente, Fran, pero a última hora sufrió una rotura de tobillo que le hizo desistir, pero siempre estuvo en nuestro corazón. El previo a la aventura fue largo dado que cogimos los billetes de avión con dos meses de antelación así como la reserva de los refugios, dado que se suponía que es una de las rutas más concurridas de los Alpes, sin embargo, en nuestro caso, podemos asegurar que nos debimos de cruzar en ruta y entre todos los días con no más de 40-50 personas. 

La preparación de una de estas aventuras pasa por varias etapas, la primera es la de “hay tiempo”, la segunda es la de “deberíamos preparar algo, no?” y la tercera es la de “vamos tarde”. Y así es como se llega a la última semana, donde cada uno ha hecho lo que ha podido, y nos juntamos un par de ratos para practicar los polipastos, los encordamientos en glaciar y una puesta en común de lo que debemos llevar por seguridad. Aunque en nuestro caso lo realmente importante fue la balanza. Sí, la balanza. Y es que esquiar durante 6 días con mochilas de 10 Kg no es nada agradable. Llegamos a pesar todo y conseguimos mochilas de 7Kg sin agua, lo que supondrían 8Kg con ella y, en la ocasión que nos tocara transportar la cuerda, 9Kg. Si el arnés y el material duro iba dentro de la mochila nos tocaría transportar 10,5Kg, y si metiéramos las pieles de foca dentro nos vamos a los 11Kg. Eso sin contar que en alguna ocasión tuviéramos que quitarnos los esquís y transportarlos por algún motivo.  Aún así, dio tiempo a comprar el mapa de la zona (el número 26 de Alpenvereinskarte, silvrettagruppe) y a buscar todos y cada uno de los tracks que utilizaríamos en mi GPS Garmin y en el Oruxmaps del resto. Como mapas a usar en los dispositivos conseguimos varios pero quizás el mejor fue el del Opentopomap. En este punto debemos agradecer la colaboración de Roberto y Paco que nos pasaron información y conocimientos.

Y así fue como llegó el día de volar a Munich, con nuestras dudas sobre la ruta, el peso, nuestras capacidades y nuestros temores del mal tiempo que podría esperarnos, porque a pesar de ser 26 abril, la previsión era de -8ºC y nieve.

Por fortuna la compañía aérea, en este caso Lufthansa, no perdió ningún equipaje y llegó todo en condiciones óptimas. Yo llevé los esquís sin más dentro de la bolsa, Javi los forró con papel burbujas, Juan Angel los protegió con un tubo de PVC y Raúl metió el piolet, los crampones, y yo qué sé más. Como veis cada uno fiel a su idiosincrasia pero siempre felices.






Aterrizamos en Munich, recogimos el coche de alquiler (Dacia Lodgy con luz testigo de avería encendida) y nos dirigimos hacia Ischgl, lugar de partida de nuestra aventura. Para esa noche teníamos reservado un alojamiento un poco antes de Ischgl en la Haus Gamper-Hasselwanter en la localidad de Terrenz (Austria). Nos costó encontrar el lugar, salvo un sorprendente poster de un concierto de los jethro tull el día 3 de mayo, ni un solo cartel, ni una sola indicación. Nos dirigimos a lo que pensamos que era el lugar y llamamos a la puerta, nuestra sorpresa es mayúscula cuando nos informan de que efectivamente es el lugar pero que esa noche no esperan a nadie, no tienen reservas. Nosotros con cara de poker, rebuscamos nuestra reserva de Booking y finalmente una señora mayor que aparece en la esperpéntica escena argumenta que efectivamente ella contestó a la reserva por email y que se la había olvidado. Comienzan las prisas por prepararnos la habitación y mientras nos invitan a una cerveza de medio litro para compensar el susto de la posible búsqueda de una habitación por pueblos austriacos a las once de la noche, donde por no haber no hay ni gatos. Cena, charleta rápida y a dormir. Mañana empieza la fiesta.

Comienza el 27 de abril, es el día. Nos levantamos pronto, desayunamos, preparamos las mochilas finales y nos vamos a Ischgl, llegamos rápido. Descargamos las mochilas y los esquís en la estación de esquí, compramos el forfait del día y, Juan Angel y yo continuamos con el coche hasta Wirl punto final de nuestra ruta. Allí dejamos el coche y retornamos en un autobús a Ischgl (que sale gratis si tenemos el forfait). Ahora si, cargamos nuestras pesadas mochilas y ascendemos por los diferentes arrastres hasta Palinkoft donde abandonaremos la comodidad de la estación para llegar al refugio de Heidelberger Hutte, el primero de nuestros refugios. Lo normal es que se llegue al refugio de Jamtal en un día, pero nosotros decidimos tomarnos un día más y pensar en vacaciones relajadas. No obstante y como es pronto decidimos hacernos unas bajadas por la estación de esquí. Pasaron tres cosas, la primera de ellas es que un esquiador austriaco “descerebrado” arrasa violentamente a Javi y a Juan Angel mientras que están parados (afortunadamente sólo tuvimos que contabilizar unos moratones y la rotura del acople de la Gopro), la segunda, la pérdida de bastones de Javi en un bar de la estación (sorprendentemente los pudo recuperar) y la tercera, la caída de Raúl en una pista (le conllevó un dolor de hombro durante toda la ruta).



Empezamos bien la aventura, un vehículo con luz de avería encendida, una casa reservada donde se les olvida que llegamos, moratones y rotura de Gopro… alguien da más? Abandonamos la maravillosa estación de Ischgl no sin antes hacernos la promesa de volver sólo a esquiar en pista a esta zona.  Dejamos la confortabilidad en el Piz Val Groda y la salida de la pista a la nieve virgen con el peso de la mochila no fue precisamente encantadora, se hizo duro conseguir los giros, pero poco a poco nos fuimos haciendo con ello y empezamos a enlazar los giros. De camino al refugio decidimos subir al Piz Davo Saso, nuestra primera conquista de la Silvretta, así que focas y a subir.





Según ascendíamos íbamos dándonos cuenta de la inmensidad de la ruta, algunas cumbres se dejaban ver entre las nubes enseñando sus afiladas aristas que nosotros siempre soñamos superar.







En la cumbre del Piz Davo Saso avistamos el refugio de Heidelberger Hutte, con lo que trazamos una directa-directísima y empezamos a deslizarnos por la nieve polvo de manera aceptable. Llegamos a Heidelberger Hutte, refugio que más bien parece un hotel, situado en Suiza y en donde el roamming no funciona, así que a guardar los móviles. Nos indicaron que debíamos dejar los esquís, las focas y las botas en una sala calefactada que llaman Skiroum que sirve de secadero, con lo que se puede dejar algo de ropa en caso de necesidad y calzarnos las típicas zapatillas refugieras. Tras eso debemos enseñar nuestro saco-sabana (Raúl no llevaba y le cobraron tres euritos) y le pasan por el microondas para “matar posibles bichos” y ya por fin puedes pasar a la habitación asignada, aunque previamente te indican el número de mesa que te corresponde para que te sientes (tu mesa siempre es tuya, nadie la ocupa y tú no puedes ocupar ninguna otra) y la hora de cenar que suele ser las 18 o las 18:30. Nos pusimos cómodos, nos bebimos nuestra merecida cerveza, esperamos la hora de cenar y mientras salimos a contemplar el maravilloso espectáculo que nuestro querido y amado astro nos brindaba al salir de entre las nubes, abriendo así una esperanza para que las previsiones estuvieran equivocadas.













En este refugio conocimos a Manolo y Jordan, dos grandes amigos que enseguida y por aquello de ser españoles hicimos una buena grupeta que duraría dos días más.


Amanece el día 28 de abril, elecciones generales en España y parece que el tiempo está empeorando, hoy tenemos que llegar al refugio de JamtalHutte. Una travesía relativamente sencilla que decidimos hacer por el collado de Kronenjoch en vez de por el collado de Zanjoch que sería lo normal. La decisión está motivada por el hecho de querer subir dos montañas de camino al refugio, la primera de ellas sería Breite Krone o Curuda Lada, y la segunda el pico Faschalba. Empezamos nuestra andada junto a Manolo y Jordan pero pronto empezamos a darnos cuenta de que el tiempo no nos va a ser muy favorable. 






El camino avanza y sin querer, ensimismado en mis pensamientos y en el deslizar de los esquis, empiezo a adquirir cierta distancia del grupo que en ocasiones para a comer o beber. Yo por el contrario sigo con lo mio, me empiezo a dar cuenta de que el frio cada vez es mayor y la niebla me come el terreno llegando a perder toda referencia por detrás y por delante. De vez en cuando miro el Gps y sigo avanzando confiado en llegar al collado de Kronenjoch. 

Por fin llego al collado, la niebla me impide ver cualquier cosa, nieva mucho y me doy cuenta de que la ascensión a cualquier montaña será puramente deportiva y nunca con finalidad paisajística. Sin embargo para mi en estos momentos de mi vida no tiene sentido la ascensión por la ascensión, así que tomo una decisión, me cambio de guantes, me pongo el plumas, me siento encima de mis esquis y espero a que suba el resto del equipo. Los primeros en aparecer son Manolo y Jordan. Tras una breve charla con ellos deciden no subir a ningún pico y esperar al resto para descender a pesar del frio que está haciendo. En la espera mantengo una calurosa conversación con Manolo y Jordan, montañeros de profesión, que hace que el tiempo pase más deprisa. Finalmente aparece el resto del equipo, Raúl va un poco más lento, el hombro le molesta. Finalmente y tras una breve conversación todos estamos de acuerdo en abandonar las cumbres establecidas para el día de hoy e intentar disfrutar de la compañía y el descenso que nos espera. Es 28 de abril, nuestro segundo día, aún no nos hemos encontrado con nadie en ninguna de nuestras travesías. 



Comemos algo y nos ponemos en marcha para el descenso, es cuando nos damos cuenta que al otro lado del collado un grupo de austriacos ha subido desde JamtalHutte hasta el collado y se disponen a descender hacia el mismo refugio. Para calentarse llevaban un poco de licor que amablemente nos ofrecen pero que rechazamos no vaya a ser que bajemos más contentos de lo que queremos. Empieza el descenso y a medida que vamos bajando la niebla se va disipando convirtiéndose en nubes altas, dejando entrever el pico Austenberg, objetivo del día siguiente. El descenso le realizamos por nieve polvo recién caída durante la noche y todo el día que llevamos, con temperaturas negativas de 8 a 10 grados. Disfrutamos como enanos flotando con nuestros esquis mientras nos deslizamos hacia JamtalHutte.



Llegamos a JamtalHutte y sin dejar nada, viendo que el tiempo dejaba una pequeña ventana nos dispusimos a subir a Pfannknecht el pico que está frente al refugio. Manolo y Jordan se quedan, nosotros seguimos avanzando. La nieve está perfecta y la visibilidad es buena, la huella la tenemos abierta por un grupo de raquetas. El ascenso le realizamos lentamente porque el desnivel es importante y ya llevamos un buen día. 


 




Y comenzamos el descenso entre risas de satisfacción de poder disfrutar de esa magnífica nieve polvo, porque al mal tiempo hay que ponerle buena cara y no siempre se puede disfrutar de una nieve y unos amigos de calidad. Pararse y ver los ochos cruzados no tiene precio, así que llegamos al refugio con una sonrisa en la cara y la esperanza de poder alcanzar el próximo objetivo. 



JamtalHutte es otro de los grandes refugios de la ruta, el funcionamiento es similar, un skiroum, asignación de mesa y habitación. A este refugio se puede acceder desde Galtur en un taxi hasta el lago Silvretta y desde allí por un camino de poco dificultad, asi que el refugio al ser domingo estaba lleno de gente que había accedido por esa vía. En este refugio incluso tienen camareros que pasan continuamente por tu mesa para ofrecerte comida o bebida (hasta llegar a ser pesados). La habitación que nos asignaron era amplia y con camas, nada de literas. Sin embargo Manolo y Jordan tuvieron peor suerte dado que al ser dos personas les asignaron en una habitación común con literas y pocos enchufes para cargar el móvil. Y es aquí donde me doy cuenta de que mi móvil no funciona con la compañía austriaca A1, por lo que no podré utilizar mi móvil durante todo el viaje, menos mal que a Raul y Juan Angel si les funcionaba y pudimos hacer las llamadas de rigor a la familia y enterarnos de cómo iban las elecciones generales. 

Si alguno se pregunta la manera de ahorrar peso en la mochila, la respuesta es sencilla; se lleva lo puesto y un recambio de todo, es decir en mi caso, otra térmica, otros calcetines de esqui y ropa interior, el plumas y el gore para tercera capa. Por supuesto no cabía una toalla, ni jabón, ni similares, había que llevar botiquín, mosquetones, arneses....asi que se anuló toda posiblidad de ducha en los seis días. Sin embargo, Javi y contra todo pronóstico llevaba toalla y se pudo duchar en Jamtal a un módico precio de un euro por minuto. En la cena tuvimos una animada charla sobre como en otros tiempos, aquellos en los que eramos jóvenes, no teníamos necesidad de llamar por teléfono, ni de ducharnos, porque ni había cobertura, ni teníamos teléfonos ni existian duchas en los refugios. Mientras charlabamos, la nieve no dejaba de caer, parece mentira como puede nevar tanto en un mes de mayo y aunque las previsiones eran muy malas siempre teníamos la esperanza.

Sin embargo amaneció el día 29 de abril y no se veía más allá de 10 cm, nevaba y la niebla invadía cada rincón de esas montañas. No obstante desayunamos y nos dirigimos a la conquista del Austenberg, que dada su belleza y lejanía, teníamos previsto hacer y volver a dormir al mismo refugio. Nadie salía del refugio pero nosotros no íbamos a dejar escapar la posibilidad de intentarlo y este fue el paisaje que nos encontramos:




No veíamos si subíamos o bajábamos, cada dos minutos a comprobar el Gps. Al final subimos por una pala con gran desnivel hasta que la evidencia nos hizo retroceder al refugio. La bajada entre la niebla fue buena, seguíamos la huella de bajada dejándola a un margen, de tal manera que Juan Angel y yo, por hacer algo más ese día decidimos subir de nuevo y volver a bajar, mientras que Javi y Raúl decidieron bajar por el camino de Galtur. De vuelta todos en el refugio decidimos hacer unas prácticas de rescate en grietas que sin duda fue más que instructivo.



De vuelta al refugio llegamos a tiempo para hacernos unas risas y disfrutar de lo aprendido, porque a pesar de no conseguir la cumbre prevista, lo intentamos y somos conscientes de que somos unos privilegiados por poder estar aquí, haciendo lo que hacemos y siendo lo que somos. Y entre estos y otros pensamientos discurre la tarde, de conversación en conversación, descubriendo personalidades y forjando caracteres, compartiendo inquietudes y aprendiendo de los demás.





Amanece nuestro cuarto día, 30 de abril, y cumpleaños de Javi, 45 años que ya quisieran muchos, fisica y mentalmente.  Quiere celebrar su cumpleaños en la cumbre del Dreilander Spitze,. Juan Angel se asoma a la ventana y pronuncia la frase del viaje: "ya mejora, puedo ver una piedra más allá", las risas fueron unánimes pero no había más remedio que salir a por el Dreilander y llegar al refugio de WiesbadenerHutte. Hoy teníamos dos glaciares que atravesar, el primero de ellos de subida, Jamtal Glacier y, el segundo de bajada el Vemunt Glacier. Serán nuestros primeros glaciares dado que el día anterior resultó imposible ascender por el Chalausfemer. 
No nos ponemos en marcha muy temprano con la esperanza de que a medida que vaya pasando el día, tal y como anuncian las previsiones, el tiempo mejore y nos deje ascender al Dreilander. Alcanzamos el Jamtal Glacier metidos entre la niebla, abriendo huella y sin ver nada.




La situación no es muy favorable. La noche anterior nevó mucho y la huella está borrada, mirando nuestros gps comprendemos que debemos irnos lo más a la derecha posible del glaciar, sin embargo nada más entrar en el mismo vemos en una vaguada una grieta infinita que nos pone los pelos de punta de tan sólo imaginar no haberla visto. 




Tras una corta deliberación decidimos encordarnos para atravesar el glaciar aunque ello nos lleve algo más de tiempo. 





Seguimos ascendiendo y encontramos una huella que decidimos seguir, sabemos que da un pequeño rodeo pero nos interesa por comodidad y por seguridad, al suponer que dicha huella ha debido ser abierta por algún guía dado las escasas personas, por no decir nulas, que están realizando la ruta en estos días. Por fín,  entre nube y nube somos capaces de avistar el Dreilander y un grupo de personas con raquetas que bajan con un guía. Vienen desde Wiesbadener hacia Jamtalhutte con lo que la huella la tenemos abierta desde ese momento. Aun así decidimos no desencordarnos hasta comenzar la bajada.




Por fin alcanzamos el collado que nos conduciría a la cumbre del Dreilander o al refugio de Wiesbadener. Juan Angel quería subir, pero no se veía absolutamente nada. Estuvimos deliberando durante un tiempo y finalmente se decidió bajar. La bajada la realizamos siguiendo las huellas de subida del grupo de raquetas y cada tanto comprobábamos con el Gps. Llegados a un punto decidimos parar durante un cierto tiempo para ver si abrían las nubes y podíamos hacer lo que convenimos llamar: "la bajada perfecta". Eramos conscientes del paisaje que debíamos estar perdiéndonos porque se intuía que íbamos algo encajonados entre paredes extremadamente altas, pero tan sólo eramos capaces de intuirlo. Dicho y hecho, paramos, empezamos a charlar y el frío empezó a hacer acto de presencia, así que Raúl se levantó y empezó a mover los esquís con cierto ritmo. Inmediatamente le pedimos que nos enseñara a bailar salsa (en este punto debéis saber que Raúl es un "afamado" bailarín de salsa), aún a sabiendas como dice Teresa que Pocoyo baila mejor que yo. Y dicho y hecho, ahí estábamos, en mitad del glaciar, cuatro descerebrados con botas de esquí, intentando bailar salsa en linea, que eso me quedó claro, es diferente a la salsa cubana. Pero como se decía en mi pueblo, si no fuera por estos y por otros buenos momentos la vida no tendría sentido alguno, y esa bajada, que no sé ni como es de bonita, quedará grabada por aquella experiencia y, es que hay que experimentar para poder vivir. 



Por desgracia el tiempo siguió sin abrir y la salsa en línea no daba para más, así que decidimos seguir bajando hasta el refugio. Ya llegando al refugio empezamos a ver claros entre las nubes que nos permitieron hacer la última bajada hasta el mismo con visibilidad. Alguien podría pensar que no disfrutábamos la bajada pero nada más lejos de la realidad, la nieve era excelente, calidad polvo con lo que la flotabilidad estaba garantizada. Tan solo que debíamos parar a cada tanto para comprobar la ruta y reagruparnos, con lo que no existía una gran continuidad y de paisaje ni hablamos. Es evidente que a todos nos gustan las mejores condiciones pero hay que ser conscientes de donde estamos.
Finalmente llegamos a WiesbadenerHutte aún con la resaca de la salsa y el último buen tramo de bajada que se pudo realizar con visibilidad. 







 El refugio de Wiesbadener es un refugio más sencillo que los anteriores, el procedimiento a seguir es el mismo de siempre, aunque en esta ocasión los esquis y el secadero de botas/focas estaban separados. La habitación era algo más pequeña pero también magnífica. Tras acomodarnos y antes de tomarnos una cerveza, hablamos con el refugiero para que le pusiera a Javi una vela en el postre por su cumpleaños. Sorprendentemente tenían una vela, así que allí nos veis cantando el cumpleaños feliz bajo la atenta mirada del resto de personas alojadas y la cara de sorpresa de Javi, desde aqui Felicidades de nuevo, pero esta vez por ser como eres. 

Durante esa tarde pudimos hablar con un guía que nos explicó los tiempos y las rutas para llegar al Piz Buin y al SilvrettaHorn, picos que teníamos señalados en nuestra agenda del próximo día. Y empezamos a soñar...



Amaneció el día 1 de mayo, día del trabajador/a y, por fin el sol se mostró en toda su plenitud bañando cada rincón de la montaña e inundando nuestra pasión por la misma al entender que hoy no nos fallaría. Nos levantamos pronto y a las 7:00 ya estábamos en marcha dispuestos a subir esa montaña tan conocida en España por la famosa crema solar que lleva su mismo nombre. Salimos 8 personas y nosotros 4 del refugio. Un total de 12 personas. 






Según avanzábamos hacia la cumbre eramos conscientes de todo lo que nos habíamos perdido los días anteriores, apenas hablábamos, sólo mirábamos, seracs, glaciares, enormes montañas, aristas imposibles... todo parecía tomar forma, por fin nuestros ojos eran capaces de captar tanta belleza, tanta solemnidad, tanta pasión. El Ochsentaler Glacier es de una belleza infinita.










No tengo palabras para describir la primera vez que ves el Piz Buin (el pico de la derecha en la foto siguiente). La belleza del lugar es indescriptible y la propia montaña es majestuosa. Se apodera de ti una locura transitoria, quieres subirlo, quieres estar allí, quieres tocarlo, quieres mirar desde su cima, y te deslizas con los esquís con una alegría inusitada en la que el cansancio no encuentra lugar. 








Y llegas a su base tras atravesar el Ochsentaler Glacier, te quitas los esquís, abrochas los crampones en tus botas, te colocas la dragonera del piolet en su sitio y comienzas a ascender con esa calma tensa, esa concentración que te hace agudizar todos y cada uno de los sentidos. Lo primero es un pequeño resalte con nieve dura bastante aceptable donde agarraba bien el piolet 



Tras el resalte una pequeña caminata en las alturas y un diedro que se interpone en nuestro camino. Hay que salvarle por su lado izquierdo, tiene buenos agarres en una piedra (lo pasamos sin cuerda) pero conviene no caerse, una pequeña travesía muy expuesta y comienza la subida de un pequeño corredor que nos sacará hacia la cumbre. Todos los pasos clave pueden ser asegurados. Existen chapas y químicos para poder poner mosquetones y salvar los pasos.





Y alcanzamos la cumbre, vimos las vistas, nos abrazamos, nos felicitamos y disfrutamos del silencio, del viento, del frío y del sol que nos calentaba.









En la cumbre volvimos a coincidir con el guía austriaco y con una familia de suizos (una chica y dos chicos) con los que posteriormente volveríamos a coincidir. Si algo se puede añadir a esta ascensión es que Raul no subió. Se le echó de menos allí arriba pero las decisiones personales deben ser respetadas.
Pero el día no iba a terminar ahí, tras bajar del Piz Buin nos dirigimos al pico SilvrettaHorn, tuvimos que bajar y luego remontar una fuerte pendiente para llegar al collado entre el SilvrettaHorn y el Silvretta Egghorn. 



Cuando llegamos arriba eran las 14:30 y teníamos orientación sur con fuerte pendiente de ascenso al pico. Empezamos a pensar y decidimos que no subíamos debido al fuerte peligro de avalanchas. Desde el collado se puede descender directamente al Silvretta Glacier por una pala de orientación sur llena de coladas y que tenía muuuuuy mala pinta. 





En plena deliberación, aparecieron la familia de suizos (la chica tenía una gran experiencia en montaña) y todos juntos decidimos que lo mejor sería regresar al camino normal (por la Fuorcla dal Cunfin) debido al fuerte riesgo de avalanchas. Juan Angel y yo decidimos disfrutar algo más la bajada y descendimos de nuevo el Ochsentaler aunque ello nos conllevara posteriormente algo más de tiempo en la subida. 



Pero el día era perfecto, hacia sol, buen tiempo, buena nieve y no queríamos llegar al refugio demasiado pronto, había que disfrutar al máximo este perfecto día. Alcanzamos la Fuorcla dal Cunfin, descendimos unos metros y volvimos a ascender para buscar el plató del Silvretta Glacier. Cuando llegamos al plató nos quedamos casi inmóviles de aquella inmensidad. Nosotros ya sabemos que somos pequeños, pero cuando te ves en ese paraje tomas conciencia de lo que eres.

















La bajada infinita nos impulsaba a mirar en el silencio, a pensar.


Eran las 17:30 cuando llegamos al refugio del SilvrettaHutte, un refugio suizo a la antigua usanza. Pequeño, sin lujos pero con todo detalle. Disponía de un Skiroum pero no calefactado con lo que las botas al día siguiente estaban bastante mojadas.Se durmió bien, se comió mejor. La pareja que llevaba el refugio encantadora. Incluso llegamos a charlar amigablemente con la familia de suizos con los que llevábamos todo el día esquiando.





Amanece nuestro último día de ruta, el día 2 de mayo, fecha muy conmemorativa en mi cabeza. El objetivo del día es alcanzar Wirl, final de etapa y de camino llevarnos la cumbre del Sontag Spitze. El día anterior hizo calor, por la noche hizo frío, pues ya sabemos lo que toca: nieve costra. Una nieve que está dura en su capa superficial pero blanda un poco más profunda. Una nieve difícil de esquiar porque los esquís se enganchan, a lo que se debe añadir la dificultad propia de llevar unas mochilas demasiado pesadas. Salimos temprano y tenemos la recompensa de unas maravillosas vistas





y volvemos a sentirnos pequeños contemplando las avalanchas, las montañas, la lejanía.






Alcanzamos rápidamente la Rote Furka, paso obligado desde el Silvretta Glacier hacia el refugio de Klostertaler (abierto la parte libre sin guardar). La Rote Furka es una pala de fuerte pendiente que Juan Angel y yo afrontamos con los esquis pero que tenemos que desistir a mitad de pala y guardarlos en la mochila. Javi y Raúl, más previsores, ya comenzaron con los esquís en la mochila. Esta es una de esas pendientes que endurece el cuerpo y encoge al alma, pero como se decía antaño: no hay cuesta que con paciencia no se suba.  Así que cada uno con sus dificultades superamos la Rote Furka para enfrentarnos al descenso de nieve costra. Aquí si que ninguno de nosotros se salvó, caíamos sistemáticamente cada vez que intentábamos reducir la velocidad o hacer un giro un poco más cerrado. Así, de una forma poco ortodoxa conseguimos bajar, Juan Angel y yo decidimos subir al Sontag Spitze por un pequeño tubo ya purgado para evitar la gran pala de orientación sur contigua al tubo que parecía caprichosamente avalanchosa (además yo había leido que esta pala está sustentada sobre una placa de hierba y no de roca, con lo que la sustentación de la nieve es bastante peor). Subir por un estrecho tubo inclinado y por encima de las avalanchas no da muy buen rollo pero teníamos claro que era el mejor sitio. Así conseguimos superarlo mientras que Raul y Javi decidieron quedarse en el refugio esperando. Tras el tubo nos encontramos palas con muchas purgas que fuimos atravesando con cautela y pensando en la bajada más que en la subida. Finalmente alcanzamos a vislumbrar la cumbre del Sontag Spitze y tras un rato más pudimos disfrutar de unas maravillosas vistas. 







El sol había calentado lo suficiente para convertir la nieve costra en nieve primavera con lo que la bajada fue bastante disfrutona. Tuvimos que mantener los protocolos antiavalanchas pertinentes pero todo salió perfectamente bien y la bajada final del tubo, quizás fue una de las mejores bajadas de la ruta. 
Recogimos a Raúl y a Javi y, tras comer los dos dátiles Medjool (israelies) que me mantenían durante todas las mañanas continuamos camino a Wirl. Esta bajada es prácticamente un llano con lo cual tuvimos que remar en muchas ocasiones y ponernos las focas. Tardamos casi tres horas en bajar, un auténtico suplicio inevitable dado que la carretera aledaña a nuestra ruta se encuentra cerrada y sólo abre hasta el día 1 de mayo, final de temporada de esquí. Pero bueno, poco a poco conseguimos llegar a Wirl donde nos esperaba el coche salvador que nos dejaría de vuelta a Munich donde el día 3 de mayo cogeríamos el avión de vuelta a Madrid. 



Han sido unos maravillosos días, el objetivo era disfrutar y sin duda lo hemos conseguido, aunque no hubiera sido posible sin esta compañía porque compartir experiencias con Javi, Raúl y Juan Ángel ha sido un auténtico placer y algo que difícilmente se podrá olvidar. 

Nos vemos en la próxima.